Se considera que los ancestros de los misticetos tenían dientes y que sus barbas comenzaron a evolucionar hace unos 30 millones de años

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Gente 11 Mayo 2018
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En el Origen de las Especies Charles Darwin reflexionaba acerca de «órganos rudimentarios», rasgos presentes en los embriones de animales pero que desaparecían luego en los adultos. Mencionaba el ejemplo de las ballenas barbadas (los misticetos), un grupo compuesto por rorcuales, yubartas, ballenas francas, ballenas azules o ballenas grises. Entre estos, resulta que, mientras que los fetos tienen dientes, los adultos tienen barbas (también llamadas ballenas). Estas barbas son unas láminas flexibles y deshilachadas de queratina, la proteína que compone el pelo, las uñas, los cuernos y las plumas, que nacen del maxilar superior de estos animales.

Funcionan como grandes peines que atrapan plancton y pequeños peces, según ABC.

Se considera que los ancestros de los misticetos tenían dientes y que sus barbas comenzaron a evolucionar hace unos 30 millones de años. Pero los científicos se preguntan cómo ocurrió esto. ¿Coexistieron barbas y dientes? La respuesta no es nada sencilla, porque solo hay unos pocos fósiles para tratar de reconstruir la «película» de la evolución de estas ballenas y porque las barbas antiguas no se conservan. Un estudio publicado este jueves en «Current Biology» ha concluido que algunos de los ancestros de las ballenas, representados por el segundo fósil de ballena más antiguo descubierto y que perteneció a un animal de hasta 8 metros de largo, no tenían barbas de ningún tipo. En lugar de eso, tenían unas encías armadas con dientes para morder grandes presas.

Las barbas de las ballenas parecen inofensivas, pero en realidad son una de las armas más letales diseñadas por la evolución. Gracias a ellas, las ballenas comenzaron a alimentarse por filtración de un número inimaginable de pequeños animales, y pudieron así ir aumentando su tamaño con el paso de millones de años. Así, por ejemplo, la ballena azul se convirtió en el mayor animal sobre la Tierra en el presente y en tiempos pretéritos, con sus hasta 30,5 metros de longitud.

Los fósiles de Llanocetus denticrenatus, una ballena de hace 34 millones de años encontrada en la Antártida, no pueden contestar a esta pregunta. Pero sí muestran que barbas y dientes no coexistieron.