Mientras la VI edición del Vigo SeaFest celebraba con tapas gourmet y conciertos la supuesta “defensa del mar”, los océanos siguen vaciándose a ritmo industrial. La jornada organizada por Pesca España, “Comprometidos con nuestro mar: voces contra la pesca ilegal”, parece más un acto de marketing institucional que un compromiso real con la sostenibilidad. Y si hay un símbolo de esta contradicción, es el atún.
La pesca masiva del atún —uno de los grandes negocios de la industria pesquera española— continúa implacable, aunque se maquille con discursos sobre “nutrición”, “valor social” o “lucha contra la pesca ilegal”. El problema, sin embargo, no es únicamente la pesca ilegal, sino también la pesca legalizada, permitida bajo normativas laxas que facilitan la sobreexplotación de los bancos de atún rojo y otras especies altamente migratorias. Es aquí donde la doble moral se vuelve intolerable.
Según la propia nota de prensa difundida por Pesca España durante el festival (Madrid, 11 de julio de 2025), la jornada concluyó con una degustación gratuita y una propuesta gastronómica que incluía merluza en panko y pota a la brasa con curry-laksa. ¿Qué mensaje lanza esto al público? Mientras se discute la urgencia de proteger los recursos marinos, se banaliza su consumo sin cuestionar su procedencia ni su impacto ecológico.
El atún rojo del Atlántico, por ejemplo, ha sido históricamente víctima de una sobrepesca tan brutal que forzó a la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT) a imponer cuotas estrictas a partir de 2006. Aunque hoy se promociona su “recuperación”, muchos científicos advierten que estas aparentes mejoras no justifican el aumento de capturas. La presión comercial, especialmente en España y Japón, sigue siendo asfixiante. Y con la ayuda de nuevas tecnologías de rastreo y buques factoría, la flota pesquera opera con una eficacia devastadora.
Pesca España se presenta como defensora de la pesca sostenible, pero su principal objetivo es proteger los intereses de un sector que basa su rentabilidad en el volumen, no en la conservación. Que este tipo de asociaciones ganen premios como el “Alimentos de España” por su labor de promoción, como se menciona en la misma nota de prensa, es una muestra de cómo las instituciones confunden promoción con protección.
Resulta hipócrita que se utilicen términos como “felicidad” o “tradición” para justificar la explotación continua de los mares. El futuro de la biodiversidad marina, de la pesca artesanal, y del equilibrio de los ecosistemas no se preserva con campañas de imagen ni festivales donde se sirve pescado como reclamo publicitario. Se preserva con límites reales, con cuotas estrictas, con zonas de exclusión, con inversión en acuicultura responsable y, sobre todo, con una reducción drástica del consumo.
La pesca masiva del atún no es solo un problema ambiental. Es también una traición intergeneracional. Nos comemos el futuro mientras brindamos en festivales como el SeaFest. Es hora de dejar de romantizar la pesca industrial y enfrentar su brutal impacto. Porque cuando los últimos atunes desaparezcan, no habrá protocolo ni jornada gastronómica que los devuelva.




